Sólo un músico sabe la cantidad de accidentes que pueden ocurrir durante un concierto: una corriente de aire se te lleva las partituras, la silla cojea, te entran ganas de estornudar,... Parte del éxito en una actuación depende de prevenir esos problemas y anticiparte a ellos... porque aparecerán otros que requerirán toda tu atención (una mosca, un niño distrayéndote en la primera fila,...¡qué ricura!). Además, tiene que sonar perfecto, porque el público no ha ido a verte para escuchar excusas, sino para oir tu música. Ése es el drama: debes llevar todo tan controlado que no hay margen para cometer ningún error, sean las condiciones favorables o no.
Damos carpetazo a 2008 y comenzamos 2009 con un concertista al que le ocurre de todo durante la interpretación de una sonata de Mozart, pero él continúa impertérrito su actuación. Se nota que había estudiado.