"A solas con mis notas, el corazón me late fuertemente y las lágrimas fluyen a raudales de mis ojos".
Giuseppe Verdi

miércoles, 22 de octubre de 2008

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Conozco una bruja... y se acerca la noche de difuntos...

Como se acerca la noche de difuntos os contaré una historia de miedo.

Escuchad la música mientras leéis.


Érase una vez una bruja. Pero una bruja de verdad. ¿Alguien ha visto alguna? No de esas de los cuentos con escoba y una verruga en la nariz, no. Una bruja con apariencia de persona; muy fea, eso sí, pero vestida de persona. Con su chepa, su barbilla prominente, su desagradable y desgarradora voz, su crueldad... sus pócimas...
Esta bruja era de la peor clase en la clasificación oficial de brujas, pues era envidiosa y torpe. A su paso los pájaros dejaban de cantar y las nubes oscurecían el cielo. Era capaz de enturbiar todo a su alrededor, de romper la armonía universal. Trataba mal a las personas a las que envidiaba y dedicaba su vida a hechizar con sus apestosos brebajes a los pobres imbéciles que se detenían a escucharla. Los convertía en ratoncillos asustados, en zombis que sólo se atrevían a asentir y realizar sus deseos, en gente a la que le habían robado el espíritu. Y ella nunca miraba a los ojos, porque quien no mira a los ojos es que tiene el alma sucia.
Cuando alguien se resistía a tomar sus maléficas pócimas y se enfurecía, se desataban las fuerzas del infierno: gritaba, arañaba, mentía y se tiraba de sus enmarañados pelos (feos, pese al esfuerzo de sus peluqueros). Y si no era suficiente para aterrorizar a todo el mundo así, le arrebataba la energía a aquellos que entorpecían sus abominables planes.

A esa bruja no le gustaba la música. La música es vida, luz y ánimo, pero ella prefería la oscuridad y la destrucción.

Seguro que estáis pensando ¿qué pasó con aquella bruja?; ¿apareció alguien que le dio su merecido?; ¿fue desterrada para siempre por los sonidos de dulces flautas que al unísono tocaban unos inocentes niños?
Querría deciros que sí, pero os estaría contando un cuento y yo sólo os había anunciado una historia. Todos tenemos a esa bruja cerca de nosotros. Y hay imbéciles que la escuchan. Y hay personajillos a los que acobarda.
No obstante, no debéis temerla: algunos hemos tomado el antídoto contra sus pócimas: somos más inteligentes que ella, más fuertes, más trabajadores, más jóvenes, y más guapos... y sabemos cantar y reir a carcajadas. No olvidamos que sigue ahí, siempre al acecho y sabemos que debemos mantenerla alejada y procurar que su horrible voz y sus engaños no nos alcancen. ¿Cómo?

Con honestidad, alegría y cariño.

Y como último recurso, recordad: la música la desbarata y la aturde.

Utilizadla y ella enloquecerá

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